domingo, 30 de diciembre de 2012

Músicas sin fronteras

Después de triunfar con El ruido eterno, ese recorrido por la música del siglo XX que en 2009 se alzó por sorpresa a la cúspide de las listas de libros más vendidos de medio mundo, incluida España, Alex Ross, crítico musical de The New Yorker, vuelve a la actualidad editorial con esta recopilación de artículos cuya traducción Seix Barral ha puesto otra vez con buen criterio al cuidado de Luis Gago.

El volumen contiene veinte ensayos, casi todos publicados originalmente en The New Yorker entre 1997 y 2010, aunque hay una excepción, un inédito dedicado a rastrear chaconas y bajos cromáticos por toda la literatura musical universal. Ross parece en verdad obsesionado con ese esquema armónico que desde el barroco los músicos usaron para poner todo tipo de lamentos en los labios de amantes despechados, reinas destronadas o madonas piadosas, y la cuestión reaparece una y otra vez por todo el libro, lo mismo en Schubert que en Bob Dylan.

Pese a su carácter recopilatorio y misceláneo, el volumen soporta una tesis: Ross aboga por abolir las fronteras entre los estilos musicales y abomina de la expresión música clásica, a su modo de ver "una obra maestra de la publicidad negativa, una proeza de antidespliegue publicitario". Por eso, el crítico estadounidense se fija muy especialmente en las rutas de comunicación entre estilos y encuentra que son mucho más fluidas en la vanguardia: "Los practicantes del free jazz, el rock underground y la música clásica vanguardista se encuentran, en la práctica, más cerca unos de otros que con respecto a sus colegas menos radicales".

Así que Ross se aplica el cuento y su mirada analítica enfoca igual las canciones de Radiohead que los experimentos de Cage, las audacias vocales de Björk que las de Marian Anderson o Lorraine Hunt, las experiencias de John Luther Adams en Alaska que las de Mitsuko Uchida en el Festival de Marlboro o las de Esa-Pekka Salonen en Los Ángeles. Es el tono periodístico, reporteril en ocasiones (el viaje a la China olímpica, el seguimiento de las giras de Radiohead, Dylan y el Cuarteto St. Lawrence o las sesiones de grabación de Medúlla de Björk), meramente informativo o divulgativo en otras (la búsqueda del alma de Schubert, la media áurea en Mozart o el tono crepuscular de Brahms) el que termina por igualar el tratamiento que da a unas y otras músicas.

Como ya demostrara en El ruido eterno, Ross maneja con eficacia los recursos discursivos capaces de mantener altas las expectativas del lector, y lo hace con una hábil dosificación de la información y una mezcla inteligente de erudición, análisis técnico, anecdotario y opinión, en la que se muestra generalmente cauto, aunque por estas páginas se filtran tanto las dudas acerca del estado actual de la interpretación verdiana como ciertos prejuicios hacia la producción vanguardista más radical o hacia el Regietheater, si bien la crítica extrema sobre ese concepto de puesta en escena operística tan enraizado en Alemania ha sido matizada, según confesión propia, en la reelaboración del artículo. También puede hallarse aquí, de forma inesperada, algún que otro juicio categórico: "[Lorraine Hunt Lieberson] fue la mejor cantante que escuché en mi vida".

Otro aspecto en el que el crítico de Washington se muestra en línea con su anterior publicación es la contextualización de la música en el ámbito social y político. Aunque el tratamiento histórico y cronológico le permitía en El ruido eterno un mayor énfasis sobre la cuestión, de donde derivaban algunas de sus mejores páginas, no faltan aquí referencias de interés, lo mismo al comentar el traspaso de poderes entre Salonen y Dudamel en California que al acercarse a una banda de instituto de Jersey o al bordear temas largamente polémicos en su país, como el de la homosexualidad (a cuenta de Kiki & Herb, un espectáculo teatral célebre en Estados Unidos) o el segregacionismo (en el artículo dedicado a Marian Anderson, la fabulosa contralto negra que ofreció el domingo de Pascua de 1939 un histórico recital en la escalinata del Monumento a Lincoln). La mirada continúa siendo, eso sí, genuinamente americana, aunque para un lector europeo eso sea lo de menos, pues en el fondo los dylanólogos se parecen tanto a los wagnerianos.
[Diario de Sevilla. 23-12-2012]

Escucha esto. Alex RossTraducción de Luis Gago. Seix Barral. Barcelona, 2012. 620 páginas. 23 euros.

Prólogo
Dónde escuchar
Parte I
1. Escucha esto: Cruzar la frontera de la clásica al pop
2. Chacona, lamento, walking blues: Líneas de bajo de la historia de la música
3. Máquinas infernales: De cómo las grabaciones cambiaron la música
Parte II
4. La tormenta del estilo La media áurea de Mozart
5. En órbita: La gran gira de Radiohead
6. El antimaestro: Esa-Pekka Salonen en la Filarmónica de Los Ángeles
7. Un alma grande: En busca de Schubert
8. Paisajes emocionales: La saga de Björk
9. Sinfonía de millones: La música clásica en China
10. Canción de la tierra: El sonido ártico de John Luther Adams
11. El tirón de Verdi: La ópera como arte popular
12. Casi famosos: De gira con el Cuarteto St. Lawrence
13. Los lindes del pop: Kiki y Herb, Cecil Taylor y Sonic Youth, Sinatra, Kurt Cobain
14. Aprender la partitura: La crisis de la educación musical
15. La voz del siglo: Marian Anderson
16. La montaña de la música: El refugio de Marlboro
17. El fin del silencio: John Cage
Parte III
18. Yo vi la luz: En pos de Bob Dylan
19. Fervor: En recuerdo de Lorraine Hunt Lieberson
20. Bienaventurados sean los tristes: El último Brahms
Notas
Audiciones sugeridas
Agradecimientos
Índice alfabético 

sábado, 29 de diciembre de 2012

Singulares y bellos

[J. C. Bach por Thomas Gainsborough]
En 2009 el sello madrileño Glossa presentó bajo la marca Ediciones Singulares un proyecto que, utilizando el formato del disco-libro, pretendía asociar música y literatura. Se pusieron en el mercado seis ensayos [1 - 2 - 3 - 4 - 5 - 6] dedicados a la relación de otros tantos grandes maestros de la literatura universal con el arte de los sonidos, que se acompañaban de un cedé con música que los contextualizaba. Glossa aplicó luego este formato para presentar muchas de sus grabaciones (de L'Orfeo de Monteverdi a colecciones de sonatas de Vivaldi, de la música vocal de Sweelinck a óperas barrocas francesas), algunas de las cuales no estaban destinadas directamente al mercado español y ni siquiera fueron distribuidas en él. En todos los casos, se trataba de ofrecer textos más variados y extensos de lo que suele ser habitual en los cedés en relación con la música a la que sirven.

Ahora Ediciones Singulares aparece de nuevo, esta vez de forma independiente, sin asociarse en el pie de imprenta a Glossa, para presentar un par de trabajos en colaboración con el Centro de Música Romántica Francesa, que tiene su sede en el Palazzetto Bru Zane de Venecia y que ya había colaborado recientemente con la empresa matriz en la edición de la Sémiramis de Charles-Simon Castel que grabase Hervé Niquet y su Concert Spirituel. La colaboración sigue abundando en el terreno de la tragédie lyrique con el Amadis de Gaule de Johann Christian Bach, el único trabajo que el menor de los hijos del gran Juan Sebastián hizo para la escena francesa, pero se acerca también a una especie de mixtura entre ópera sacra y oratorio, La mort d'Abel, original del violinista y compositor Rodolphe Kreutzer, famoso porque Beethoven le dedicó su más célebre sonata para violín.

Son obras separadas por tres décadas de diferencia, que coinciden con un momento de cambio crucial en la sociedad y el arte europeos. Cuando en 1779 Amadís de Gaula se presenta en la Académie royale de musique de París, la Revolución Francesa está por llegar, Mozart ha pasado (el año anterior) unos meses amargos en la capital francesa, Gluck acaba de estrenar allí Ifigenia en Táuride y Eco y Narciso y la antigua polémica de la querelle des bouffons parece haberse reactivado. Kreutzer presenta La muerte de Abel en 1810, cuando el imperio napoleónico alcanza su máxima extensión, Haydn acaba de fallecer en Viena y Beethoven es ya el maestro demiúrgico que cambiará el panorama musical europeo.

La obra de Bach se basa en el antiguo libreto que Quinault preparó para Lully en 1684. Cuando la ópera bufa y el nuevo naturalismo, que Mozart iba a representar como nadie en sus trabajos junto a Da Ponte, se encontraban en plena efervescencia, ese acartonado tema de magia caballeresca estaba tan demodé que fue sin duda el responsable del fracaso de una obra que solo conoció siete representaciones, pues la música de Bach fue generalmente alabada por su belleza melódica y su exquisita orquestación. De la ópera había solo un registro anterior, pero en alemán, por lo que esta es la primera grabación de la versión original francesa. Solamente Naturali y Musica Florea, dirigidos por Didier Talpain, se unen en el empeño. Entre los solistas, destaca el tenor francés de origen vietnamita Philippe Do y su compatriota, la soprano Katia Velletaz.

La muerte de Abel de Kreutzer fue acogida al parecer con interés, pero se olvidó enseguida, por lo que su autor presentó una versión reducida en 1825, que entusiasmó al joven Berlioz y es la que aquí se presenta. Se trata de música que bebe tanto del Clasicismo haydniano (la sombra de La Creación es innegable) como del universo de la tragedia lírica. A ella se aplican el Coro de Cámara de Namur, el conjunto Les Agrémens y un conjunto de solistas, entre los que repite Velletaz, dirigidos con ardor por Van Waas. Las ediciones se presentan de forma muy bella, con interesantes textos introductorios en francés e inglés.
[Diario de Sevilla. 24-11-2012]


JOHANN CHRISTIAN BACH (1735-1782): AMADIS DE GAULE
tragédie lyrique en tres actos con libreto de Alphonse-Marie-Denis de Vismes de Saint-Alphonse a partir del Amadis de Philippe Quinault

Philippe Do, tenor (Amadis)
Katia Velletaz, soprano (Oriane)
Hjördis Thébault, soprano (Arcabonne)
Pierre-Yves Pruvot, barítono (Arcalaüs)
Liliana Faraon, soprano (Urgande / Un corifeo)
Martin Mikuš, barítono (El odio / La voz de Ardan Canil / Cuarto corifeo)
Lucie Slepánková, mezzosoprano (La Discordia / Segundo corifeo)
Andrea Brožaková, soprano (Primer corifeo)
Dušan Růžička (Tercer corifeo)

Solamente Naturali Bratislava
Musica Florea Prague
Ensemble vocal Musica Florea
Director: Didier Talpain

Textos de Pierre Série, Alexandre Drawitcki, Benoît Drawitcki y Didier Talpain (en francés e inglés)
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2 CD + LIBRO EDICIONES SINGULARES ES 1007 (Diverdi) [67'10'' - 64'19'' - 142 páginas]
Grabación: Noviembre de 2010


J. C. Bach: "Je ne verrai plus ce que j'aime", aria del acto I de Amadis de Gaule. [4'56''] Philippe Do. Musica Florea. Didier Talpain


Je ne verrai plus ce que j'aime
On m'abandonne sans retour ;
Hélas ! dans mon malheur extréme
Je ne veux plus souffrir le jour.

Perfide coeur ! Âme inhumaine !
Tu veux briser de si doux noeuds !
Pouvais-je m'attendre à ta haine ?
Est-ce là le prix de mes feux ?

Je ne changerai pas, cruelle,
Malgré tes injustes mépris ;
Oui, je veux te rester fidèle,
Tout infortuné que je suis.

[No volveré a ver a la que amo./ Me abandona sin remedio;/ ¡ay! En mi desgracia extrema/ no deseo volver a sufrir un nuevo día.// ¡Corazón pérfido! ¡Alma inhumana!/ ¡Deseas cortar tan dulces lazos!/ ¿Podía esperar yo tu odio?/ ¿Este es el premio de mi pasión?// Yo no cambiaré, cruel,/ a pesar de tu injusto desprecio./ Si, seguiré siéndote fiel,/ tan desgraciado soy.]




RODOLPHE KREUTZER (1766-1831): LA MORT D'ABEL
tragédie lyrique en dos actos (1825), a partir de la homónima tragédie lyrique en tres actos (1810) con libreto de François-Benoît Hoffman

Katia Velletaz, soprano (Méala)
Yumiko Tanimura, soprano (Tirsa)
Jennifer Borghi, mezzosoprano (Eva)
Sébastien Droy, tenor (Abel)
Jean Sébastien Bou, barítono (Caín)
Pierre-Yves Pruvot, barítono (Adán)
Alain Buet, bajo (Anamalech)

Coro de cámara de Namur
Les Agrémens
Director: Guy van Waas

Textos de Alexandre Drawitcki, Étienne Jardin, François-Joseph Fétis, Benoît Drawitcki y David Chaillou (en francés e inglés)
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2 CD + LIBRO EDICIONES SINGULARES ES 1008 (Diverdi) [55'27'' - 35'48'' - 143 páginas]
Grabación: Noviembre de 2010


Kreutzer: "Céde a l'amitié d'un frère", fragmento del dúo del acto II de La mort d'Abel. [3'18''] Sébastien Droy, Jean-Sébatien Bou. Les Agrémens. Guy van Waas


ABEL
Céde a l'amitié d'un frère ;
Ne repousse pas son coeur.
Songe aux larmes d'une mère.
Dont tu causes le malheur.
Céde a l'amitié d'un frère,
Ah ! N'accable pas son coeur.
Ah ! Pourquoi faut-il que la haine
Vienne briser d'aussi beaux noeuds ?
Résister à l'amour est sans doute une peine,
Il t'en couterait moins pour devenir heureux.

CAÏN
Plus de frère !

ABEL
Ne déchire pas son coeur.

CAÏN
Ô Douleur !

ABEL
Songe aux larmes d'une mère.

CAÏN
Plus de mère !

ABEL
Dont tu causes le malheur.

CAÏN
Ô fureur ! Ô fureur !

ABEL
Céde a l'amitié d'un frère,
Ah ! N'accable pas son coeur.

CAÏN
Au nom de frère
Je sens accroître ma fureur
[d'une voix concentrée]
Quelle horreur me saisit !
Je frémis !... Je m'égare !
Abel ! Un grand malheur
aujourd'hui se prépare.
Dans mon coeur irrité,
d'affreux pressentiments...
Un avenir funeste... Ah ! Fuis !
il en est temps !
Cache-toi, cache-toi,
c'est l'Enfer que m'anime...
Il a parlé de sang, il veut une victime!...
Cache-toi !

ABEL
Sur mon sein laisse-moi te presser.

[ABEL: Cede a la amistad de un hermano;/ no rechaces su corazón./ Piensa en las lágrimas de una madre,/ a la que causas dolor./ Cede a la amistad de un hermano./ ¡Ay! No atormentes su corazón./ ¡Ay! ¿Por qué es necesario que el odio/ venga a romper lazos tan hermosos?/ Resistir al amor es sin duda una desgracia,/ te costaría menos ser así feliz.// CAÍN: ¡Ningún hermano!// ABEL: No le rompas el corazón.// CAÍN: ¡Oh, dolor!// ABEL: Piensa en las lágrimas de una madre.// CAÍN: ¡Ninguna madre!// ABEL: A la que causas dolor.// CAÍN: ¡Oh, furia! ¡Oh, furia!// ABEL: Cede a la amistad de un hermano./ ¡Ay, no atormentes su corazón!// CAÍN: En nombre del hermano/ siento crecer mi furia/ [con voz reconcentrada]/ ¿Qué horror se apoderó de mí?/ ¡Me estremezco!... ¡Me siento trastornado!/ Abel, una gran desgracia/ se prepara hoy./ En mi corazón irritado/ por terribles presentimientos.../ Un futuro sombrío... ¡Ay! ¡Huye!/ ¡Estás a tiempo!/ Escóndete, escóndete,/ es el Infierno el que me impulsa.../ Me ha hablado de sangre... Quiere una víctima./ ¡Escóndete!// ABEL: Déjame estrecharte en mi pecho]

lunes, 24 de diciembre de 2012

La comedia checa

[Jiří Bělohlávek. © Clive Barda]
Considerado padre del nacionalismo musical checo, Bedřich Smetana (1824-1884) es hoy fundamentalmente conocido por El Moldava, un poema sinfónico que forma parte de una colección cuyo título (Mi patria) parece dejar clara su intencionalidad política. Un trío en sol menor y sus dos cuartetos de cuerdas también son habituales de los programas camerísticos, mientras que canciones y piezas pianísticas aparecen de vez en cuando en ciclos y discos, aunque de forma marginal. Más importantes resultan sus aportaciones al teatro musical.

De las ocho óperas compuestas por Smetana, solo una ha alcanzado verdadera difusión internacional, La novia vendida, que aún permanece en repertorio de muchos teatros, aunque otras, como Dalibor, Libuše y, más recientemente, Las dos viudas, El beso y El secreto, también se han hecho conocidas, pues de todas ellas hay documentadas puestas en escena en los últimos cinco años. El impulso para el conocimiento de este repertorio parte fundamentalmente de su país natal, donde el sello Supraphon ha grabado las ocho óperas completas y los fragmentos que han quedado de un último proyecto inacabado (Viola).

El éxito de La novia vendida, que no fue inmediato, pues la obra necesitó cuatro versiones para imponerse definitivamente en Praga en 1870, oscureció el resto de óperas de Smetana, de lo que al final de su vida, completamente sordo y con problemas de salud mental, el compositor se lamentó amargamente. Escrita por primera vez entre 1863 y 1866, estructurada en dos actos y con diálogos hablados en lugar de los tres actos y los recitativos de la última versión, La novia vendida se estrenó en mayo de aquel 1866, solo unos meses después de que lo hiciera su primera obra teatral, Los brandenburgueses en Bohemia. El músico tenía ya 42 años y la ópera checa apenas antecedentes. Aunque Dvorák consideraba La novia vendida como el germen que abre un espacio propio a la ópera ligera de su país, Smetana apenas recurre al folclore, si bien utiliza algunas danzas populares (polca, furiant, skocna) y otorga al coro una importancia notable. Influido por la escuela lisztiana no sería hasta óperas posteriores que las óperas de Smetana se escoren hacia el wagnerismo.

La novia vendida es una comedia un punto convencional, con sus típicas tramas sentimentales cruzadas, su crítica (suave) de las costumbres más anticuadas de la época y su episodio de agnición como resolución final de conflictos, pero la música está llena de encanto melódico, de gracia y de vigor y su obertura se ha independizado como pieza de concierto. Hay casi veinte registros disponibles de la obra, incluyendo este que acaba de presentar Jirí Bělohlávek en Harmonia Mundi con los conjuntos de la BBC y un grupo de solistas checos, jóvenes y poco conocidos, pero que aportan la frescura, el idiomatismo y la fuerza expresiva idóneas, apoyados por una batuta detallista y penetrante que cuando la ocasión lo requiere se hace puro fuego.
[Diario de Sevilla. 17-11-2012]


BEDŘICH SMETANA (1824-1884): PRODANÁ NEVĚSTA [LA NOVIA VENDIDA]
ópera cómica en tres actos con libreto de Karel Sabina

Dana Burešová, soprano (Mařenka)
Tomáš Juhás, tenor (Jenik)
Jozef Benci, bajo (Kecal)
Aleš Voráček, tenor (Vašek)
Gustáv Beláček, bajo (Micha)
Lucie Hilscherová, mezzosoprano (Háta)
Svatopluk Sem, barítono (Krušina)
Stanislava Jirků, mezzosoprano (Ludmila)
Jaroslav Březina, tenor (Jefe de pista)
Kateřina Kněžoková, soprano (Esmeralda)
Ondrej Mráz, bajo (Cómico indio)
Maxim Dusek, niño (Primer niño)
Babette Rust, soprano (Segundo niño)

BBC Singers (director, Andrew Griffiths)
BBC Symphony Orchestra
Director: Jiří Bělohlávek
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2 CD Harmonia Mundi HMC 902119.20 [64'31'' - 71'49'']
Grabación: Mayo de 2011



Smetana: "Tu ji máme" - Escena 4ª del Acto I de La novia vendida. [5'04''] Solistas. Orquesta Sinfónica de la BBC. Jirí Bělohlávek

viernes, 21 de diciembre de 2012

John Cage, el inventor

[John Cage]
1935. John Cage asiste a los cursos de Arnold Schoenberg en la Universidad de California del Sur, pero las enseñanzas del maestro del dodecafonismo no parecen estimularlo, así que cuando se pone a probar con las series, estas no resultan ser demasiado convencionales. "Usted no será compositor, pero sí un inventor genial", le dice Schoenberg. Años después, un periodista se interesa por la cuestión: "¿Qué ha inventado usted?". "He inventado la música".

Pasados cien años de su nacimiento en Los Ángeles y veinte de su muerte en Nueva York, sobre la figura de John Cage siguen pesando algunos tópicos surgidos a menudo de una deficiente información, que lo convierten en una especie de experimentador abstruso e incomprensible. Puede que esa imagen parta en buena medida de las históricas sesiones de la primavera y el verano de 1952 cuando Cage inventa junto a algunos compañeros y amigos (el pianista David Tudor, el bailarín Merce Cunningham, el pintor Robert Rauschenberg) los happenings artísticos, en el transcurso de uno de los cuales presenta su emblemática 4'33'', una secuencia de cuatro minutos y treinta tres segundos de silencio, respuesta a los lienzos en blanco del propio Rauschenberg.

Para entonces, Cage había ideado ya innumerables artilugios musicales, especialmente percutivos, el más influyente de los cuales es el piano preparado, que consiste en la inserción entre las cuerdas del instrumento de todo tipo de materiales (tornillos, pernos y otros objetos metálicos, trozos de papel, monedas, piezas de madera...) según un plan estricto. Para el piano preparado Cage compuso multitud de obras (incluido un concierto) sobre las que penden igualmente infinidad de prejuicios, pero cuando el oyente neófito se sienta a escucharlas, donde esperaba una insoportable sucesión de sonidos metálicos y disonantes se encuentra con una música de una simpleza y una dulzura subyugantes.

Tanto en sus gestos performativos, tan vinculados al dadaísmo, como en su desdén por la tradición occidental, que lo llevó entre otras cosas al empleo del azar mediante la práctica adivinatoria china del I Ching (Libro de las mutaciones), hay en Cage una postura iconoclasta que no está lejos de la de su admirado Satie y su idea de la música mueble. Este disco con obras de los años 40 representa bien esa actitud: incluye piezas para piano, para piano preparado y para voz (los textos son de James Joyce, Gertrude Stein y e. e. cummings) en las que domina la sencillez de una sucesión de sonidos (y silencios) libres de ataduras, jerarquías y reglas, en las que uno debe prepararse para cualquier sorpresa, olvidándose de los sustentos principales de la tradición europea: tensión/distensión, repetición/variación, desarrollo, forma… para dejarse llevar, de la mano del pianista Alexei Lubimov y la voz de Natalia Pschenitschnikova, por una música que parece en efecto un arte recién inventado.
[Diario de Sevilla. 10-11-2012]


JOHNN CAGE (1912-1992): AS IT IS

Alexei Lubimov, piano
Natalia Pschenitschnikova, voz

1. Dream
2. The Wonderful Widow of Eighteem Springs [James Joyce]
3. The Unavailable Memory of
4. A Flower
5. Music for Marcel Duchamp
6. Experiences nº2 [e. e. cummings]
7. A Room
8. Three Songs [Gertrude Stein]
     I. Twenty years after
     II. Is it as it was
     III. At East and ingredients
9. Two Pieces ofr Piano
     I
     II
10. Five Songs [e. e. cummnigs]
     I. little four paws
     II. little Christmas tree
     III. in Just-
     IV. hist whist
     V. Tumbling hair
11. Prelude for Meditation
12. She is Asleep
13. Nowth upon nacht [James Joyce]
14. Dream, var.
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ECM New Series 2268 (Diverdi) [71'33'']
Grabación: Diciembre de 2011


Cage: The Wonderful Widow of Eighteen Springs [3'02''] Natalia Pschenitschnikova, Alexei Lubimov


night by silentsailing night...
Isobel...
wildwoods' eyes and primarose hair,
quietly,
all the woods so wild, inmauves of
moss and daphnedews,
how all so still she lay neath of the
whitehorn, child of tree,
like some losthappy leaf,
like blowing flower stilled,
as fain would she anon,
for soon again 'twill be,
win me, woo me, wed me,
ah weary me!
deeply,
Now evencalm lay sleeping; night
Isobel
Sister Isobel
Saintette Isobel
madame Isa
Veuve La belle